Algunos minutos con El

Quédate conmigo

Cristo, el día ya terminó,
trabajé y luché,
creí ganar, pero sin tí
... fracasé.

A diario suceden muchas cosas,
y entonces pareciera que la vida
no tiene ningún sentido.
Pobreza, hambre,
y la paz efímera...
reina la guerra producto
de las incumplidas promesas humanas
que se tornan en injusticias.
¿No ves, Señor?
¡El mundo entero se desborda!

Y te confieso,
a veces siento dudar
y parezco desmayar.
Como que leo tu palabra, más no medito
porque la fe que parece estar en mí...
muere en vez de vivir.
Y te confieso que esto no es grato sentirlo,
temo, Señor, volverme en autómata y no un ser vivo,
temo, porque soy humana, y por mí sola
nunca ganaré nada.
Pero tu que ves todo esto: jamás actúas como lo hacen otros.
Porque al vernos desvalidos, ellos sienten lástima pero no ayudan.
En cambio tu, jamás nos dejas,
y a nuestro lado siempre estás,
observándonos reír y llorar,
escuchándonos cantar.
Más cuando veo todo lo que pasa,
ahí siento que desfallezco.
¿Quién eres Señor?
¿Profeta? ¿Maestro? ¿Rabboni?
¿No un viajero que no sabe lo que sucede?
Yo que te pregunto, y tu que me respondes
¿Entiendes realmente por qué todo esto?
Bien viajero, ya la noche llegó
y seguir tu viaje no podrás;
afuera es todo peligroso,
y ves que las cosas no están bien,
y es probable que te sientes agotado
y necesitas descansar.
Viajero: Déjame compartir contigo
mi casa, mi alimento y abrigo...
pero sepas que la razón que busco
para que te quedes conmigo
es porque en verdad, yo te necesito.
Necesito escucharte, hablarte
te necesito, Jesús amigo
no solo por esta noche,
sino por otras que vendrán.
Cristo Vivo, Resucitado,
¡No te vayas!
¡Quédate Enmanuel, hoy conmigo!