sábado, 13 de diciembre de 2014

¡Chao, mami!

Lunes, 11 de diciembre de 2000 - Cerca del mediodía

Ya lo venía planeando, desde cuando yo era más chica. Soñaba con sorprenderla dándole un regalo que la hiciera feliz. Quería decirle que la admiraba y la amaba. Me acuerdo de las veces que usaba papel periódico y envolvía alguna cosa, talvez un corazón que yo dibujaba en un papel y le escribía: "Mami, te amo".

Era hora que le diera algo que llevara todo mi cariño. Poco a poco fui juntando dinero pensando qué podría comprarle. Días atrás caminaba por en el centro y ví un hermoso arreglo floral en una floristería. A mi madre le fascinaban las flores, especialmente los claveles rojos y rosados y las azucenas.

Ese lunes les pedí a Angélica y Felix que le dieran permiso a Jonathán para que fuera conmigo al centro a buscar ese florero. Cerca de la casa, le dije a Jonathán que fuera adelante y se lo diera a mi madre. No sé porqué no lo hice yo. Solo quería que ella recibiera ese regalo y la hiciera feliz. Jonathán se queda con esa memoria, él la vio sonreír. Claro que no pudimos engañar a mi mami. Rápido se dio cuenta que detrás de eso estaba yo.

A veces me imagino dándoselo yo misma. Pero me queda la memoria que cuando llegué a casa más tarde, ella me dio un beso y un abrazo. Mi sueños de niña se habían cumplido. Y anhelaba con seguirla sorprediendo más y más.




Lunes,18 de diciembre de 2000, entre las 2 y 3 de la tarde

Mi padre y yo nos preparábamos para viajar a Siguatepeque. Después de haber almorzado, fui a mi cuarto a alistarme para el viaje. Ya listos, como de costumbre, oramos en la sala y yo salí primero a la calle. Mi papi, por alguna razón se demoró. Quizás unos 5 minutos, después salió pero me dijo que mi madre me necesitaba. No tenía idea para qué me necesitaba, pero por lo visto era algo muy importante. Abrí la puerta de la entrada nuevamente y la vi parada en la sala. Me pidió que le ayudara a "enseñarle" una vez más como se hacía funcionar la grabadora.

No hacía mucho que mis padres había comprado una grabadora Sony, de doble casetera. La que teníamos de años, esa que mi mami había traído de Chile, nos había servido muy bien, hubo un día que ya no quiso funcionar. Mi mami no sabía mucho usar la nueva, un poco más moderna pues tenía el tocador de DC (CDs).

Como no la íbamos a ver hasta el miércoles de esa semana, hasta que ella viajara con otras personas a Siguatepeque, me imagino que ella pensó que sería bueno que yo le ayudase otra vez y así tendría la música con ella. Con gusto lo hice, y le enseñé. La grabadora por cierto estaba en el área de la cocina y comedor de la casa grande. Recuerdo bien los grandes ventanales y las cortinas blancas. Los rayos del sol se filtraban tenuemente. Así la ví parada escuchándome atentamente mientras le explicaba cómo tenía que poner el casette o el CD, dónde tenía que apretar para encender y apagar y modular el volumen. Le  pregunté si tenía otra pregunta. Me dijo que no. Que le había quedado todo claro. Saqué el casette y lo dejé a la lado. Mi mami lo tendría que poner si lo quería escuchar. (Lastimosamente no  había celular en ese entonces, al menos en Honduras. De otra manera simplemente le habría dicho que me texteara o llamara por si tenía alguna otra pregunta. Igual sabía que no tendría problemas para usar la nueva grabadora). Me dirigí por el pasillo que llevaba a la sala con dirección a la puerta principal para salir. Justo antes de abrir la puerta de malla (porque la puerta de madera ya estaba abierta), de repente me dio un abrazo efusivo...demasiado efusivo. Mi reacción fue, o sea, no sabía qué decir, qué pensar... mi madre no era una mujer de reacciones espontáneamentes efusivas. Pero sentí que ese abrazo era muy fuerte, como si no quisiera dejarme ir. La abrazé en retorno. No sé cuánto fueron los segundos que así permanecimos abrazadas y en silencio. Por mí, que nunca me soltara. "Anda, tu papi te está esperando para viajar. Cuídalo mucho y especialmente con la comida, ya sabes que él es delicado con su estómago y hay que cuidarlo. Les veré el miércoles con la ayuda de Dios". Asentí, y solo le dije: ¡Chao, mami!

Se quedó mirándome mientras abría el portón. Ahora pienso que sus ojos nos seguían aun cuando desaparecimos de su vista...



Martes, 19 de diciembre

La noche anterior habíamos llegado a la casa de los amigos y hermanos Fidel y Rafaela Fuentes. Ellos tienen su casa al otro lado de la carretera y del pueblo, según así lo describía mi madre. Era porque la zona de ellos vivían es montañosa, igual hay vecinos cercanos pero generalmente es la zona de producción, así que los residentes tienen sus pequeños fundos y milpas. El verdor es una belleza, el sonido del viento filtrándose por los árboles, el aroma de las chimeneas de las casitas, los techos de tejas y las paredes de tierra o de ladrillos, el sonido de los animales de granja. Honestamente, es un lugar muy bello.

Temprano por la mañana, después de haber desayunado, papá y yo nos fuimos al lugar del evento donde íbamos a celebrar el congreso juvenil. Otros amigos nos ayudaron en la limpieza y los preparativos del  lugar. Estaba Jary Reyes, Wilmer Padilla y estoy segura alguien más que ahora no recuerdo.

Ya estaba atardeciendo y estábamos preparándonos para irnos de regreso a la casa de Fidel y Rafaela.

En eso noté que mi papi estaba cerca de la entrada principal en el costado frontal, fui a ver qué hacía. Y lo miré que estaba pensativo: justo ahí había un pozo seco. Era peligroso. Un niño o inclusive una persona adulta que caminara ya sea en el día o en la noche, corría el riesgo de caerse y quién más sabe. Mientras yo lo observaba, como ida le dije a los muchachos que sería bueno que consiguiéramos alguna tabla grande para tapar el hoyo, y quizás poner un rótulo "CUIDADO, NO CRUZAR", pero mi mente estaba en mi mami. Pensé en ella, ese abrazo que me había dado y la extrañé. De repente una mariposa blanca pasó revoloteando por mi rostro. No la espanté. Sentí algo tan inexplicable cuando la mariposa me rozó el rostro. Reaccioné. Le pregunté a Wilmer qué hora era: las 6:10 (de la tarde).

Llegamos a la casa donde posabamos a eso de las 7 de la noche. La oscuridad era inmensa, y la frágil y pálida luz de los focos alumbraban la casa. Todo alrededor estaba envuelto por la noche tropical. Los grillos y las ranas llenaban el silencio. Adentro, en la casa estaba la familia. Nunca olvidaré el silencio que les tomó a todos apenas nos vieron llegar. Mi padre, con ese espíritu alegre que siempre mantiene, dijo en un sonoro "¡Buenas noches! ¿Pero por qué tan callados?". Ahora que veo en restrospectiva, entiendo el porqué de ese silencio. Cierto, la vida continúa aún cuando uno se de cuenta de lo que sucede a su alrededor, la vida continúa...

Me senté en la salita a preparar los recuerdos manuales que planeaba para entregar a cada visitante en el congreso. Siempre era típico de que el último día, o en la clausura, se le entragara a los que vinieron un recuerdo en ocasión del evento. Yo estaba haciendo separadores de Biblia, de la forma más arcaica pero lo hice con todo mi cariño. Jary también estaba posando en la casa de esta familia. Siendo que éramos un grupo de personas compartiendo en un ambiente cristiano, poco a poco la animosidad fue llenando ese silencio que parecía hacerse invitado cuando no lo necesitábamos. Jary me dijo que podría ayudarme a hacer los separadores. Con gusto comencé a explicarle el proceso. Y mientras tanto...

El teléfono sonó. Escuché a Esther que decía: "Ya, espere que se la paso".
¿Priscila? -me dijo. La miré. "Es para usted".

¿Para mí? ¿Quién me estaría llamando? Ingenua.

¿Hola, aló?
Silencio.
¿Aló, quién es?
En tono nervioso: "Priscila, soy Dina"
Mi mente voló en un instante. ¿Dina?
"Priscy, sí, soy Dina".
Yo emocionada iba a decirle algo de "¡Pero qué sorpresa!". Pero más bien pensé ¿Para qué me llama?

Dina estuvo en varias ocasiones en Tegucigalpa, una amiga muy buena y bella persona. Pero no nos llamábamos por teléfono, así que me extrañaba que me llamara, y más aún, cuando ni sabía que yo estaba ahí en Siguatepeque.

Su voz me trajo de nuevo a la realidad.
"Priscy, escuchame, Priscy. Tengo que decirte algo. Pero antes de decirtelo, te pido que ores y me perdones por ser la persona que tiene que decirtelo. Tu mami...

Y como en eco que solo en sueños indeseables puede suceder, "Tu mami, tuvo un accidente. Pero no sobrevivió".

Entendí lo que me dijo. Mentalmente procesaba esa información. Le creí, pero no podía hablar. Solo dije "Mi mami, no mi mami".

Mi padre tomó el teléfono cuando se lo dí. Me fui al cuarto nerviosa. ¿Era todo real?

Sí, era real. Escuché a mi papi decir con voz nerviosa:
"Ya gracias, mija. Gracias por avisarnos".

Mi papi vino al cuarto y me dijo que teníamos que salir. Que mi mami tuvo un accidente y nos necesitaba. Teníamos que ir a verla al hospital. Urgente.

Y claro que lo entendí. Entendí que yo sabía todo y mi papi no sabía nada de lo que en realidad le había pasado a mi mami.
Entendí que era el momento de guardarlo y no darle a mi padre el dolor que yo estaba sintiendo. Yo sabía que ella no había sobrevivido, él pensaba que ella estaba hospitalizada.


Jary nos acompañó y nos ayudó con las maletas. Hasta hoy le estoy agradecida por su ayuda sin interés y su apoyo silencioso en ese momento. Personas bellas y honestas de corazón no existen mucho, pero Jary es una de ellas.
Sin transporte, sabiendo que la terminal de buses ya estaba cerrada a esa hora, caminamos cuesta abajo hasta llegar a la carretera, y a esperar por un milagro.

Hubo un momento que yo quise decirle a  mi papi la verdad. Pero no pude, y comencé a llorar. Mi papi me reprochó "tienes que orar, ella está bien, está esperándonos". ¡Dolor! ¡Qué dolor!

Talvez tendríamos suerte si otro hermano de la iglesia nos llevara a Tegucigalpa. Pero no se pudo. Uno de ellos no veía bien en la noche, y la otra persona ni se porqué no pudo. Sus razones tendría.

Esperamos en la orilla de la carretera. A esa hora pocos carros se veían pasar. Ninguno paraba cuando le haciamos la señal de jalón. Finalmente, a la distancia pude ver las luces de lo que parecía ser un bus, y si era el bus, entonces no pararía, pues era el Expreso que venía de San Pedro Sula y no hacía paradas como los regulares. Igual, teníamos que intentarlo. Comenzamos a saltar, a gritar, a hacer señales con la mano. El bus se venía aproximando y lo único que yo oraba era "Que pare, que pare, por favor, para, para, para por favor".

No paró.

Sentí una impotencia, totalment desilusionada. De repente, de la nada comencé a escuchar el rechinido de los frenos, y voltee a ver: Ahí parado mucho más adelante de nosotros estaba un hombre alto, con su brazo extendido haciendo la señal de pare. Noté que el hombre llevaba un sombrero, aunque su ropa se veia muy sencilla y usada, característico del campesino, y llevaba también una mochilita pequeña, todo era blanco.
El bus se detuvo, abrió la puerta, el hombre subió mientras a todo esto nosotros corríamos ya casi sin aliento. Jary agarró la maleta mía mientras me gritaba que subiera. Mi papá iba a ayudarle pero Jary le dijo que mejor subiera y que él se encargaría de poner las maletas en el maletero.

Cuando subí, el chofer tenía una cara de desconcertado, mientras mi papi le decía "Gracias", él apenas pudo asentir.

¿Por qué él no paró cuando nos vio? ¿O será que no nos vio? Y si nos vio sería que no paraba porque era violar las normas de su trabajo ya que como Expreso no se les permitía parar. Nunca olvidaré la cara del conductor. Estaba como asustado, asombrado, sin poder hablar.

Pero si paró cuando vio al otro hombre. Pero ese hombre no estaba con nosotros antes, ¿será que bajó justo a tiempo cuando se venía el bus? Qué extraño.
Con mis ojos lo busqué y luego lo ví.  Estaba sentado en la tercera fila en dirección de lado de la puerta. Ya no tenía su sombrero. Estaba pasándose los dedos en su cabello canoso, como peinándolo.
Cuando pasé por su asiento, iba a decirle gracias. No pude hacerlo en voz alta. Sus ojos me embargaron. Sentí una paz inmensa e inexplicable. Esos ojos tenían una expresión de fortaleza. En mi mente dije "Gracias", y él sonrió. Su rostro se veía curtido por el sol, pero se notaba su limpieza y sencillez. No lo ví más.

El bus no hizo otra parada hasta que bajamos en la entrada de Tegucigalpa, ya que mi papi le pidió al chofer si nos dejaba ahí, pues al tomar un taxi nos quedaría más cerca para llegar a casa. Pero antes de eso, cuando mi padre dijo que iba a pagarle al conductor, Jary se ofreció hacerlo. Igual sumida en mi dolor y pensando en cómo tendría que sobrellevar la situación de ahora en adelante para apoyar a mi padre, recordé al hombre. Si no hubiera sido por él, ese bus no habría parado. Le pedí a Jary que buscara al hombre y le diera las gracias.

¿Cuál hombre? Tanto él como mi papi me preguntaron.
"El señor que paró el bus. ¿No lo vieron? ¡El bus paró porque él le hizo la señal con el brazo!"
Jary me miró extraño. "Está bien, voy a ver si lo veo".

Ya no estaba. Y solo yo me quedé con la pregunta de que si lo que vi fue real. ¿Estaba soñando? ¿Era un juego mental? No, no lo podría. Yo lo ví. Lo ví cerca. Me sonrió. Ví sus ojos, ¡Azules!

Qué extraña es la vida. Es todo un misterio. Una incógnita.

Volví a mi casa, a una casa vacía. Ya no estaba la persona que llenaba el ambiente con sus cantos. A mi mami le fascinaba cantar.
Los perros qué teníamos parecían estar asustados y tristes. Apenas entré vi que la grabadora estaba donde la dejé. El casete estaba adentro de la casetera. Mi mami lo había escuchado. Observé todo, cómo estaban las cortinas, cómo estaba su cama, su pijama encima de la almohada, su cartera gigante de Versace (regalo de una amiga de ella) semi abierta encima de la mesa. Había sacado las llaves que quedaron quién sabe a donde tiradas en la carretera.

En silencio dije: "Chao mami. Hasta pronto. Te veremos pronto".



***Cuento esto ya que es mi manera de sobrellevar esa pérdida, de saber que en el momento más inesperado e indeseado en nuestras vidas, pasaron cosas igualmente hermosas. Me alegra haberle dado lo que quise cuando estuvo viva. Ella siempre decía que es mejor dar flores a los vivos que a los muertos. "Priscy, si me vas  a dar flores, dámelas antes que me muera". "Mami, qué cosas dices. Pero igual, aquí tienes una flor (las arrancaba de los maceteros, y ella me retaba por haberle destruído su maceta, pero luego me decía "Chiquilina, gracias corazón"). A veces, cuando me siento sola, temerosa y vacía, recuerdo el abrazo de mi madre, la mariposa y el campesino, o quien sea que fuese. Creo en la resurección de los santos, en aquellos que fueron imperfectos en esta vida pero que se aferraron por la fe en Jesús. Mi madre era una de ellas. En ese momento cuando todo pasó, no tenía ni siquiera la menor idea de que Dios estaba en control de todo. Ahora que recuerdo todo, veo que nunca estuvimos solos. Después del entierro mi papi me preguntó acerca del campesino que según yo vi en la carretera y paró al bus. Mi papi no recuerda nada. Después de haberme escuchado me dijo: "Tú viste a tu ángel de la guarda". A veces le hablo en voz alta al ángel de la guarda, y le digo "Gracias". Sé que él me esucha. Sé que él me ha protegido hasta ahora, y sé que lo hará no solo conmigo sino con todos los que conozco. Para tí también. Qué Dios sea contigo.

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