viernes, 17 de agosto de 2007

5 años...

Fue un 7 de julio de 2002 cuando dejamos el suelo hondureño. Aún me parece recordar los instantes en que papá y yo decíamos adios a los amigos... desfilan ante mi los rostros de Anita, Sandy, Linda, Ingrid, su papá, mi tio, tia, mi primo Eduardo y de otras cuántas personas más. Era una mañana tibia, no hacía mucho sol pero aún me parece sentir el viento cálido de entonces. Talvez con eso iniciaba una nueva experiencia en la vida, acompañada de mi papá, con muchas esperanzas y sueños por delante. Dentro de mí venía una llamita encendida, representando los deseos de mi mamá, quien quería que algún día viniese a Chile a conocer su país, su familia y lograr otros objetivos. Y pensaba que entonces si mamá estuviera viva, habría sido la más contenta de poder viajar finalmente para siempre con su familia a su tierra.
Uno propone, pero Dios sabe qué es lo mejor para uno.
Pues el viaje fue bonito, algo nuevo y con algunas aventuras de por medio. Llegamos a Nicaragua y justo estabamos por entrar a Costa Rica, cuando papá se da cuenta que la visa había caducado... ¿Qué hacer? Pues Tio Federico le acompañó de regreso a una ciudad cercana para volver a obtener la visa, y yo me quedé con Tio Francisco para continuar el viaje y esperarlos a ellos en San José. ¡Qué cantidad de maletas! Bueno, incluido el equipaje de los tios... Ellos traian sus libros de colportaje, así que era un peso enorme, y creo que con todo eso el bus apenas andaba. Y justo llega el momento para revisar el equipaje, ooohh, y yo no tenía las llavecitas de las maletas para abrirlas! Nuevo dilema... A Tio Francisco se le ocurre la idea de que sería bueno poner las cajas de los libros , después su equipaje, luego el de Tio Federico y por último, la casi docena de los nuestros; y además de eso, quedarnos al final de la fila. Dio resultado, porque el agente apenas vio el pasaporte brasileño de Francisco Rodrigues y justo que Brasil había ganado la Copa Mundial, el tipo le dice en tono alegre: "!BRASIL, CAMPEÓN!". Tio Francisco le sigue la corriente, también demostrando el orgullo de pertenecer al "Pais mais grande do mundo"! Pues funcionó el asunto, ya que el agente creyó que yo era hija del tio (nada que ver pues él es negrito!) y con solo ver los libros, nos dio el pase sin pedir ver el resto del equipaje.
Llegamos a San José y mientras tanto, esperamos a papá con Tio Federico. Tenía tanta hambre y estaba cansada... lo único que quería era una camita y decir "hasta mañana". Pero todo ese cansancio se fue cuando llegaron a quienes esperabamos y descansar en casa de Tio Federico. -Ah, pero retrocediendo, creo que la última vez que comería frijoles fritos con tortillas y platano, fue la noche en que llegamos a Managua... eso estaba delicioso!-
En casa de Tio Federico pudimos compartir con su familia, su hija, una niña tan linda y simpática: Hellen. En San José debimos comprar el boleto de avión para salir de Panamá hasta Lima. La embajada peruana exigía que yo por ser hondureña debía presentar algo que diga que yo no iba a quedarme en Perú (¡Ni ganas que tenía de quedarme!), y aunque fuera hija de peruano no me daban otra solución, así que pusimos de carrera a mi prima Glelda en Lima para que me comprara el boleto de salida de Perú -hasta Santiago de Chile, y eso enviarlo a Panamá... ***
Rumbo a Panamá. ¡Oh, Panamá! ¡Muchisisimo calor! ¡Nunca antes había estado en un lugar donde hace tanto calor! Eso si que es tropicalisimo. Conocí a la familia de Tio Francisco y al pequeño grupo de hermanos. Talvez habría deseado estar más días allí pero el deseo por llegar a Perú y ver a mi familia y además viajar por primera vez al lugar donde nació mi papá, me hizo suplicarle a mi papá que viajaramos un día antes de lo previsto. Y así lo hicimos.
Llegamos a Lima, desde lo alto veía la ciudad y lejanamente la cordillera de los Andes, y al otro costado el mar Pacífico. Estaba nublado, pues a esas fechas, 14 de julio, normalmente es invierno y a veces no se mira un mínimo rayo de sol.
Al llegar al aeropuerto, creo que la agente se le fue el interés por revisar maletas al ver la cantidad del equipaje nuestro... simplemente nos hizo pasar por otro lado y hasta luego. Lo lindo fue cuando a la distancia pude divisar a mi primo Walter y mi tio Mario... ¡Qué decir! una alegría enooorme, abrazos, risas, lágrimas...!
****
En Perú estuvimos casi el mes. A la semana de haber llegado allí viajamos a San Miguel de Cajamarca, eso es al norte de Perú. Es todo distinto, comparando a los lugares que había andado antes, aún así me gustó pues era como transportarse al pasado; más mi papá encontró que estaba más modernizado... bueno, es que el camino que tuvimos que hacer para ir a San Miguel, antes mi papá debía ir a pie y con días de camino; en cambio, ahora hay taxis que suben por esos caminos serpenteados, peligrosos y ascendentes, uno mira grandes barrancos a un lado y por otro, los grandes picos cordilleranos... para mí eso era emocionante.
Mi tia Sabina no tenía ni idea de que mi papá iba a llegar... después de 33 años aproximadamente: ¿Pensaría ella en tal sorpresa? Aún me parece ver el grito de alegría y la enorme sonrisa que nos dio al reconocer a mi papá... Pasé dos semanas bonitas. Conocí esos lugares que mi papá vivió durante su niñez, me señalaba los sitios donde solía pastorear las ovejas, allá por donde le tocó corretear al puma que andaba haciendo desastres con el ganado y las aves, el sitio donde una vez estuvo la casa donde nació... además de eso, encontró a parientes lejanos, tan lejanos pero en ese momento, muy cercanos. Incluso, una prima suya que vive en las halkas, o como quien dice, allá en los mas remoto e inimaginable para vivir, pues es en la casi cima de las montañas y donde la gente solo vive del vacuno, vino a verlo cuando supo que estaba allí. También conocí a mi tio Santiago, el mayor de todos los tios, (ahora ya descansa)... su alegría es inexplicable, pero por nuestras venas corría la felicidad y aquel vínculo que nos unía, que pese a que por años estuvimos lejos y yo sin conocerlos, me sentí realmente en casa. A veces cierro mis ojos y me transporto a esos lugares, si pudiera volver lo haría, pienso regresar algún día y si es posible, vivir allí una temporada y convertirme en una pequeña pastora, tener mi rebaño, o por último, pasarlo con mi familia que aún vive allí. No olvidaré el ambiente puramente andino que saboreé cuando bajamos al pueblo y nos acompañaba el sonido de la quena, violines, zampoña y charango..
En Lima me di cuenta que mi familia es enorme, pero a la vez unida, eso me gustó de ellos. El paseo que nos regalaron cuando fuimos al Parque de las Leyendas o el zoo, fue maravilloso. Pude también conocer a mis tios en tercer grado, cuya posición social es un poquito más superior al de la mayoría, pues gracias a su trabajo y empeño ahora viven bastante bien y en un barrio alto, incluso, me dio gusto saber que ellos también tienen un sentimiento de apertura cultural y no de un nacionalismo intenso o cerrado. Una de sus hijas vive ahora en japón, casada con un japonés y viviendo en esa cultura japonesa.
Y que de la iglesia, conocí muchas personas especiales, como ser las chicas Verástegui, cuando fui a Ica, también a Corina y su familia (añoro el elote con queso que comí allí) y los momentos gratos de sábado de tarde que pasamos juntos en la sociedad de jóvenes.
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Llego hasta aquí, en otra ocasión contaré de Chile y el resto de la historia... (se me acabó el tiempo!)

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