sábado, 18 de junio de 2011

Rezongona...

Hace dos días tuve con mi esposo una conversación mutua de esas que se necesitan a menudo en una relación para mantener viva la llama del amor. No peleamos ni gritamos. Nada de eso, por si se preguntan. Mientras cenábamos el plato de macarrones que él había hecho para la cena, me preguntó sobre ciertos amigos que tenemos y que están pasando por un momentro crucial en el matrimonio, cómo están ellos. Tristemente, le pude decir, que no tienen vuelta atrás, aparentemente. Conozco a estos amigos más de dos años, y recuerdo que al inicio ellos eran expresivos el uno al otro. Gradualmente esa expresión de cariño se fue perdiendo hasta que ahora salió a relucir que la relación está a punto de dividirse ante la corte. Mi esposo, en su forma calma que tiene para decir las cosas (me recuerda mucho a mi papá), me llamó la atención de algo que él también comenzó a notar. Si no había tenido ocasión o no sabía cómo decirlo, fue el mejor momento oportuno para poner las cartas en la mesa. Me sentí avergonzada y triste. Tenía razón. A veces, el diario andar y el trajin de lo que sucede me pone tensa, llego a casa, aunque parezca que yo sonría, quizas para él no es aquella misma sonrisa que conoció en mi persona. ¿Será que estoy dejando que lo que sucede a mi alrededor invada mi estado de ánimo? Sí. Comencé a autoanalizarme, y le di toda la razón. Se vino a mi memoria la figura de mi padre cuando llegaba del trabajo, cansado y con hambre, y quién sabe con cuántas cosas entremedio -pueda ser de clientes morosos, de algun negocio fracasado o quién sabe que cosa más, aún así apenas ponía pie en la casa siempre lo vi con aquella sonrisa gigante en su rostro, dándole un abrazo a mi madre (y no le importaba si mi mamá estaba llena de harina cuando trabajaba en la panadería, o cocinando, o lo que ella estuviera haciendo) y diciéndole tiernamente: ¡Hola mamá!; otras veces le decía: ¿Dónde está mi corazón? Era obvio que la respuesta de mi madre era 100% gratificante, mi madre abría los brazos como si fuera a embrazar el planeta entero: ¡Mi amor, llegaste! ¿Puedo describir el brillo que había en los ojos de ambos? Y yo, últimamente lo que le he dicho a mi esposo es: Hola. ¡Ah qué cansada qué estoy! (PLOP). Definitivamente para nada motivador y mucho menos romántico. (No es que yo no puedo expresar cómo me siento, pero... pensándolo bien, no es la mejor estrategia comunicativa para saludar a cualquier persona y esperar que habrá una conversación amigable).
Si sigo así, estoy en vías de matar la llama del amor. Esa llama que lleva automáticamente a una comunicación constante con la otra persona. Pues a auto-re-educarme diariamente a que tengo que darle un giro completo  a mi actitud.Todo tiene su tiempo y su momento, y yo sé que Ryan sabe que estoy agotada, es por eso que me ha dicho que cuando llegue a la casa le avise por telefono para irme a encontrar al parqueo y ayudarme con cosas que tengo que acarrear. ¿Algún marido hace esto?)

Mi esposo, es uno de esos hombres que están en peligro de extinción. No estoy alardeando de ello, pero me gustaría que muchos hombres fueran realmente así de caballeros. Me gusta recibir sus mensajes de texto de repente o cuando me llama de imprevisto para decirme: Did I mention today that you are beautiful? (¿Te dije hoy que eres bonita?)
Muchas veces tengo que pensar primero cómo voy a decir las cosas, soy mujer y en mi cerebro yace un mar de alambres, no es malo sino que lo considero una cualidad pues podemos pensar y hacer muchas cosas a la vez; pero, si no usamos esa cualidad para buen fin, entonces estaremos tirando pedradas, criticando negativamente y rezongando por todo. Pobre hombre.
Una vez más me doy cuenta que lo vital para que una relación prospere y se mantenga siempre viva, depende todo de cómo se digan las cosas y qué cosas también se van a decir.
Si el marido bien puede darle besos al perro de la casa, mucho más puede darle aunque sea una sonrisa a la esposa (o viceversa) y tener juntos la mejor dos horas del resto de día antes que llegue la noche y se vayan a dormir.
Nosotros solo estamos comenzando... menos de dos años solo es un pinino para los que llevan más de 5 años, y sí es que llegan a los 5 años. La ruta es larga pero para mí es lo mejor que me puede estar pasando. (Esto es en respuesta a la pregunta que me hacen que cómo va mi vida de casada).Si las palabras no bastan... aunque no te guste cocinar, aprende a cocinar por amor. Si dicen que el amor lo es todo, entonces a poner en marcha el proceso para hacer realidad ese dicho.
Y como decía siempre mi madre: una sonrisa, un abrazo, un beso y una palabra positiva, hace que la otra persona sea la más feliz del mundo.

...
¡Gracias Ryan por haberme dicho lo que necesitabas decir!

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