Hoy, 20 de marzo de 2018, dejamos el apartamento que fue nuestra morada por dos años, 3 meses y 16 días. Este lugar de Wixom, Michigan quedará muy grabado en mis recuerdos, pues mientras vivimos ahí, Ryan y yo nos convertimos en padres, tuvimos a la tía Eva que voló desde Chile para estar con nosotros en esos meses tan cruciales que cualquier padre primerizo atraviesa en esa nueva experiencia.
Hoy por la mañana, al entrar en cada cuarto para revisar que no quedaba nada y estar listos para entregar las llaves, no pude contener las emociones; no, no lloré pero sí rememoré todo como en cámara lenta.
Agradecí a Dios por todo, no importa si el año reciente fue en verdad el año de las pérdidas y ganancias, el año de los desafíos de salud, solo sé que nos hizo más fuerte.
En este preciso instante estamos cruzando Ohio , el estado donde nació mi esposo. Nuestro primer punto de parada será en Kentucky y a ver si llegamos ya para las 7 p. m.
Como dijo mi esposo, este es el viaje de la fe. Estamos haciéndolo por dos razones: para ver a alguien que formó parte de mi infancia y mi adolescencia, alguien que sin esperar algo a cambio, fue para mí como mi abuelo, él no midió sus propios desafíos para apoyarnos con su presencia cuando mi madre falleció. Luego, porque siempre hemos querido hacer este viaje, vamos contra toda marea de lucha de la salud, laboral y financiera. Pero no nos falta el amor y tenemos la unidad de la familia. No podíamos hacer este viaje sin dejar de lado a mi papi, él es trotamundos y no se lo podía perder. Hasta pronto, Michigan. Dios dirá si regresamos o nos llevará a donde él desee que estemos. Por ahora, soy rica y dichosa más que nunca y nadie ni nada me quita este escozor de alegría y agradecimiento.
Gracias a mi amiga Andrea, su mensaje fue el que confirmó esta decisión loca y aventurera: "El dinero regresa. El tiempo, no".
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